Un murmullo.
Un punto en la montaña.

Una conversación ahogada por el río.
Ninguna pregunta va a ser respondida.

Al fondo del Darién.
En la frontera con Panamá.
Nace el humo en todas las casas.
Llegan 6 mulas con sus jinetes,
Yo cuento 10.
Mejor y no contar.

Los niños saltan entre las piedras lisas y los perros aullan para no ser abandonados.
Casi todos están trabajando.
Se escuchan solo los murmullos de las cocinas.

Las mujeres nos hablan de la creación y nos dicen sus apellidos.

El sol corta las ramas de los árboles.
El pasto es propiedad de los sapos.
Las últimas linternas despiden todos los propósitos.
Silencio.

Mucho para tan pocas palabras.

Pasamos los montículos de arena, lento.
Lento pasa Apulio,
o Wilson.

No hay señal en la montaña.
¿Por que el pequeño valle ha empezado a Arder?
Nos fuimos para ver menos,
así también le pasó a Bidokera.
Eyakera, Unguía, Chocó
Al fondo del Darién, atravesando Unguía, cerca de donde alguna vez se establecieron los primeros colonos españoles que tocaron America continental queda escondido Eyakera: un resguardo Embera Dobidá ubicado en un pequeño valle junto a un río estrecho que baja de las colinas que enmarcan la fila de casas en donde habitan un promedio de 10 familias.
Por la constancia del conflicto en la zona, esta población ha estado inmersa en el devenir de la guerra y sus multiples matices. Sus lugares sagrados, sus costumbres, sus modos de subsistencia, sus relaciones y hasta sus cuerpos han sido aturdidos y afectados.
Sin embargo la comunidad ha luchado por ser reconocida como resguardo ante la ley colombiana y por la titulación de los predios que conforman el mismo. En 2016 un juzgado especializado en restitución de tierras de Quibdó, emitió la sentencia que les otorgaba el derecho jurídico sobre el territorio que ya les pertenecían y por el cual venían luchando desde que se establecieron en la zona, protegiéndolos y considerándolos sujetos de reparación colectiva.