San Marcelino, San Miguel la Dorada, Putumayo.
En la frontera con Ecuador, junto al río San Miguel, alejándose unos kilómetros del casco urbano de San Miguel la Dorada en Putumayo, existe un resguardo Kichua llamado San Marcelino. Fue formado por la migración de esta etnia desde ecuador a través de la navegación de los ríos de la zona amazónica. Su nombre se debe a la intervención misionera de la iglesia católica a través de los jesuitas en las comunidades indigenas de esta misma región.
En los años más álgidos de la actual guerra que atraviesa el país, fue un lugar de transito y hábitat de las FARC. La densidad de la selva aseguraba un escondite práctico, debido a las posibilidades de camuflaje y las dificultades de movilidad, este ecosistema que se volvió un escenario de combate, sufriendo bombardeos indiscriminados por parte del ejercito, que estableció una base en la zona para proteger de la insurgencia el tubo de Ecopetrol que fue instalado para el transito de la gasolina.
La población del resguardo sufrió estigmatización, reclutamiento forzado y estuvo entre el fuego cruzado entre las FARC, el ejercito de Colombia y las AUC. Estas últimas controlaban el casco urbano de San Miguel la Dorada y cometieron también muchos asesinatos selectivos contra la población del resguardo.
A pesar de estas afectaciones la población aún lucha por mantener sus costumbres, por mantener una organización, por diferenciarse de los actores armados ilegales que aún transitan y usan su territorio con fines económicos; pero sobre todo luchan por conservar esos vínculos que existen como raíces entre la selva y la comunidad que la habita.

































